miércoles, 29 de febrero de 2012

URBANIZAR LA NATURALEZA


Las montañas vistas y comprendidas como un recurso económico, las propone como objetos a explotar, un criterio que comparten mineros, agencias de turismo, ganaderos, agricultores, guías de montaña, forestales y muchas personas y desde luego en forma indirecta estamos todos vinculados en segundo o tercer orden al usar esta tecnología, al subirnos a una bici y mejor ni pensar en una camioneta. Esta corriente de pensamiento al día con los paradigmas basados en la utilidad y el rédito por sobre cualquier cosa, pretenden realizar esa explotación, unos horadando agujeros, otros desviando las aguas de ríos y lagos, otros construyendo, tratando de urbanizar y normalizar el espacio natural, otros llevando multitud de personas que no están dispuestas a someterse a las condiciones de la naturaleza, por ello se acompañan con números empleados, cuantiosos objetos para hacer cómodo aquello que por naturaleza es incomodo, llevando más y más instrumentos para hacer seguro y previsible aquello que por naturaleza no lo es, otros quizás quieren modificar la genética de las plantas para hacer gordos a los árboles que por naturaleza no lo son. Y eso ya se ha hecho en la mayor parte la superficie de la Tierra.
Necesitamos un cambio de visión que comprenda a los escasos rincones aun prístinos como bienes ambientales, como recursos únicos y con alto valor social por ser los últimos lugares que conservan las leyes ancestrales que incluyen incomodidad, peligro, incertidumbre y riesgo donde el hombre puede contemplar y vivir el mundo como estaba antes de la construcción de la civilización. Como son la excepción merecen un tratamiento especial, un tratamiento que significa dejarlos como están y/o retirar de allí lo hecho por la mano del hombre como, puentes, pasarelas, refugios, demarcaciones y otras cosas que la naturaleza no necesita para ser más bella. Definitivamente para ser naturaleza no las necesita en absoluto. Quienes deseen sumergirse en océanos templados, acariciar glaciares tibios y domesticar al viento, ya tienen muchos parques por todo el mundo, que vallan allí, que dejen la naturaleza para quienes estamos decididos a aceptar el reto de quererla tal y cual es, sin cosmética, sin progreso, si al fin solo vamos por un ratito, el resto del tiempo estamos metiendo carbón a esta máquina que todo se devora.     

Es opinión del Editor
Toni Rodriguez