miércoles, 12 de septiembre de 2012

Deporte o turismo montañero.



Desde los primeros días de nuestra agrupación, surgió la necesidad de encontrar un camino para la difusión de las actividades, probamos muchos caminos, acertamos poco, nos equivocamos bastante y un poco aprendimos.
La palabra difundir está presente como misión en las actas constitutivas de clubes y asociaciones, y desde luego en nuestros deseos ya que consideramos muy edificantes las experiencias que derivan de la práctica del montañismo.
Entendimos que en algún sentido el alpinismo, pasada la etapa de la exploración geográfica, se ha convertido en una actividad sin utilidad aparente, en la que un grupo de personas arriesga su vida y se somete voluntariamente a muchas privaciones en medio de extenuantes esfuerzos físicos, para conseguir solo un poco de satisfacción, unas fotos y un amplio abanico de sensaciones personales entre las que destacan; una elevada cuota de prestigio personal y sentimiento de gloria deportiva. 

Tal vez, buscando una justificación para darle un sentido más noble que el simple placer de vencer la dificultad, la incertidumbre y correr riesgos voluntariamente, los hombres allegados a las actividades de montaña, fueron creando un mensaje más compatible con los códigos mercantiles y pragmáticos, compartidos por el conjunto de la sociedad, que acepta casi como un mandato que todo cuanto hace el hombre debe generar utilidades lucrativas.

La experiencia nos indica que la vocación de difundir puede ser llevada a la práctica con distintos sentidos:
Desde el individuo; dándole a conocer la actividad en si, como experiencia motriz y técnico-deportiva, enseñando su arte, técnica, espíritu, estrategia o
Con la perspectiva del medio, acercando las personas al ambiente de montaña, promoviendo y facilitando visitas a lugares montañosos y/o salvajes.
Inclinarse por uno no implica el abandono completo del otro pero son casi incompatibles en gran medida.

En un tiempo se fortaleció la idea de acercar las personas al ambiente montañoso, contribuyendo al desarrollo de infraestructura en ciertos lugares, concurriendo masivamente a esquiar, caminar o escalar, lo que encontró una noble justificación económica, y fue, sobre todo, cuando ski y montañismo eran más o menos la misma cosa. Estas ideas están presentes en nuestros días, aun cuando existe, como producto de la evolución, una multiplicación y segmentación muy clara de las actividades, estilos, especialidades e incumbencias.

Este planteo de difusión del ambiente llevó a algunos clubes a convertirse en pseudo agencias de turismo, organizadores de salidas masivas, realizando gran parte de su actividad en grandes grupos con poca o ninguna proyección cualitativa. Apoyando timidamente o evitando la realización de acciones comprometidas por parte de sus socios. Esta tendencia tal vez justificada en el aporte de los clubes al conjunto de la sociedad, cumpliendo antiguas promesas de desarrollo turístico y seguridad, confirman una definición de objetivos y foco que en la actualidad, estamos seguros, están mucho mejor implementadas por guías de montaña y agencias especializadas.

Siempre que las organizaciones de montaña tengan una finalidad deportiva queda la difusión del deporte en sí, las habilidades, la preparación física y táctica y el apoyo económico e institucional para los practicantes como objetivo y foco de la acción.
Estas tareas propias de cualquier entidad deportiva tienen que ser balanceadas en los aspectos cualitativos y cuantitativos, ambos importantes e insoslayables. Debe proporcionar recursos humanos y crear las condiciones materiales para el entrenamiento y capacitación de quienes se acercan a la institución, sustentar las actividades con honestidad en cuanto a los riesgos y peligros de estas especialidades, proporcionando formación y apoyo. No se puede evolucionar en este deporte siguiendo permanente a otros, un verdadero alpinista es quien va adelante, quien en plena libertad se arriesga responsablemente, toma decisiones que comprometen el cumplimento de su objetivo y suponen severas mermas en los niveles de seguridad habituales a la existencia urbana. Los clubes volcados al desarrollo deportivo necesitan crear un marco para la formación de nuevos alpinistas, y de nuevos instructores, basados en los conceptos de la proyección deportiva y el amateurismo, tarea que es trabajosa, y en la que es necesario poner el mayor empeño a fin de crear las escuelas de escalada y montañismo que son el ámbito donde mejor se aprende el deporte.  

Volcar la mayor parte de la energía y trabajo en los aspectos netamente deportivos de la actividad, servirá de norte para las acciones y esfuerzos institucionales, si imaginamos el producto deportivo final, tal vez escaladores deportivos, expedicionarios de altura o cualquier otra especialidad, podamos desarrollar un proyecto acorde a esos propósitos con sentido cualitativo, que de ninguna manera será la organización de salidas guiadas.

Los clubes necesitan reconquistar su lugar en el universo de las actividades de montaña dando impulso y motorizando el deporte permitirá dará un poco de claridad a los límites y alcance de las acciones de los clubes, cediendo a quienes se han preparado para ejercer las actividades turísticas de montaña, los guías y baqueanos las llamadas “salidas”. Concentrando los esfuerzos tras objetivos deportivos claros, se disputará desde una mejor posición las pretensiones de dominar y controlar, además de las actividades turísticas, el deporte de montaña de algunas organizaciones de guiado, cosa que no es consistente, posible ni lógica.

Son los dirigentes y referentes de los clubes quienes debemos elegir las especialidades y estilos ha incorporar e informar con honestidad el nivel de exigencia, exposición y riesgo de cada una de las especialidades comprendidas en lo que generalmente se denomina deporte de montaña. Teniendo claro que algunas, las más comprometidas y expuestas, las de alto contenido cualitativo son a la sazón las de mayor riesgo, hecho del que deriva, en parte, el prestigio de los deportistas de montaña.

Toni Rodriguez. 
Neuquén 12 de septiembre de 2012